Hay gente hábil para tejer sombreros de palma. También conozco tipos que arman rompecabezas en tiempo récord. Y están las amas de casa que hacen milagros con 100 pesos diarios. O estudiantes que resuelven teoremas que a mí me resultan indescifrables…
Hay personas que nacieron con algún talento: el chico que toca la guitarra como si fuera una extensión de sí mismo; la chava que canta como si en ello se le fuera el alma; el señor que arregla un coche sin que le sobren piezas; el obrero que supera en conocimiento al ingeniero; aquel maestro que domina cuatro idiomas o el morrillo que juega futbol mejor que en el PlayStation; y la señora que cocina con un sazón superior al de la abuela; el niño que se sabe de memoria la capital de todos los países. Y yo sólo tengo una habilidad, que además he perdido con el paso de los años: mentir todo el tiempo.
Me busqué en Google y hallé 74 referencias.estoy registrado en Myspace, y tengo liga en Myblog. Sin embargo, algunos lunáticos han hospedado mis letras. No busco trascender, ni ser ejemplo de nada, sólo quiero escribir hasta que me duelan las yemas de los dedos. He llegado a una frontera donde los senderos se bifurcan y a ciencia cierta no sé cuál tomaré, pero no dejaré de caminar porque si no camino me alcanzo. Soy un buscador de relámpagos con demasiadas madrugadas a oscuras. Me cortaron la luz por retraso en los pagos. Me falta liquidez y mis acciones van a la baja. Soy una pésima inversión a futuro. Soy un demonio de bajo perfil y he hablado en el idioma de los ángeles. Me aburren los domingos soleados, bebo en lunes y la resaca me dura tres días. Me he doctorado en cosas demasiado inútiles. Colecciono frases de canciones como si eso le diera sentido a mis días. No me gustan mis rutinas, me ahogo en silencios y me sobran pretextos. Mi vida es un montón de referencias que a muchos no les dicen nada: la cicatriz en mi ceja izquierda, el odio de aquella amante olvidada, mi boleta de la secundaria, la corbata que usé en mi graduación, y el miedo a que los años me vuelvan más blando.
Me declaro un imbécil por no encontrar sentido a mis días, ni calma en mis noches. Me reconozco idiota porque me abruman mis defectos y me cuesta trabajo lidiar con mis inseguridades.
Soy rehén de mis propias fronteras y casi nunca llegó a ningún lado. Soy lo peor de mi padre y lo mejor de mi madre, así que también soy muy poco lo que pretendo ser. Soy un perfecto imbécil y me escudo en los silencios para no gritar mientras me quemo.
Me declaro incapaz de armar una revolución que derroque a mis otros yo: a esos que me dictan locuras, al chico rudo que me gobierna, al hombre sensible que me soborna, al cursi que me cobra la renta.
Soy tan parecido a mí que a veces me doy miedo. Soy el espejo que me recuerda que esta barba de tres días habla de bipolaridades, de extremos que nunca se tocan, de días nublados y tardes lluviosas.
Me declaro inepto ante las cosas más simples, como el amor y las fiestas de cumpleaños y los abrazos cotidianos y un simple “te quiero”.
Soy el saboteador de mis propias promesas, de todo lo que postergo, de lo que a veces sueño, de lo que me queda a la mano, de lo que nunca podré alcanzar por más que me lo proponga.
Me declaro un idiota por llorarte a oscuras, por renegar de mi futuro, por escribirte tonterias.
Soy el perfecto inútil que maldice los noticieros, que colecciona poesía y archiva recuerdos y juega pókar con el destino a sabiendas de que acabaré en bancarrota.
Me reconozco carcelero de mis anhelos, el torturador de mis deseos, el tirano de mi lado malvado, el Maquiavelo de mi lado bueno, el terrorista de mis pocos momentos sanos.
Soy este pobre estúpido que ha jubilado sus sueños antes de tiempo, el torpe que no aprende a lidiar con el amor, el usurero que esconde su corazón dentro del refrigerador, el miserable que ya no sonríe frente a su reflejo.
Me he titulado en cursos de verano, me he graduado como iluso, me he doctorado en decepciones, y aún no encuentro mi vocación en un mundo regido por el dinero.
Soy mucho más de lo que he contado, mucho menos de lo que pretendo. Llevo una máscara en este baile de graduación y todos me miran raro.
Soy demasiado extraño, soy todo lo contrario, soy un ave de paso, soy un león rasurado, soy un pendejo, soy un libro sin final, soy un niño sin recreo, soy un Volkswagen desahuciado, soy una máquina de café en la funeraria, soy un ataúd clausurado, soy una flor de papel bajo la lluvia, soy mi propia banda sonora en disco pirata, soy metáfora sin musas, soy un gato tuerto de peluche, soy una ambulancia en silencio, soy un vampiro desmañanado, soy lo que puedo, soy lo que duele, soy lo que más odio, soy lo que detestas, soy lo que sueñas, soy lo que apenas pudo ser. Soy mi génesis y mi punto final.
Soy como un indocumentado en un país sin esperanza. Soy una explosión de rabia. Soy como tú. Soy tan poco yo. Soy tan demasiado común. Soy una simple lágrima. Soy un ojo abierto que mira hacia la nada.
Me quedan pocas risas. Nulas esperanzas.
Sólo quiero ser menos vulnerable. Sólo quiero llorar en silencio. Sólo espero que ya sea mañana.
La locura se pasea desnuda y se acuesta en mi cama. Hace frío y tengo más miedos que me visitarán de madrugada.
Me quedan pocas historias por escribir. Me sobran motivos para odiarte mas. Creo que no podré con esta carga.
Me declaro incompetente para entender todo esto que pasa.
Me declaro derrotado en esta batalla donde solo me has ignorado, soy el perfecto idiota que con letras estupidas pretende llegar a tu corazon y con verdades a medias pretende llevarte a la cama,
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